LOS HECHOS
El sábado 12 de febrero de 1955 conoció Vitoria un episodio escabroso. Cerca de la medianoche, a eso de las 11.30, Arturo Santamaría Rioja asesinaba a tiros a cuatro parroquianos, y dejaba malherido a otro, en el Bar Carabanchel, esquina de la calle Carlos VII (actual Florida) con San Antonio. El contrapunto en el sonsonete de la ciudad en calma. Un hueco en la crónica negra. ... [leer más]
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Arturo Santamaría, de 37 años, casado y con dos hijos, no era un extraño. Exiliado cuando la guerra, había vuelto de Francia adonde su familia, que regentaba un negocio de instalación de calefacciones. La noche de autos entró en el Carabanchel, se situó en la barra y dejó aparcado el paraguas —al parecer, con un gesto alusivo. Vestía abrigo marrón, sombrero acorde y gafas oscuras. Llegado un grupo de la concurrencia habitual, les pidió que le pagaran una copa. «No tenemos por qué hacerlo, porque no te conocemos», fue la respuesta aproximada, según transcripción del testimonio de testigos.
Arturo se retiró al rincón del retrete y regresó con una pistola de buen calibre. Abrió fuego durante unos segundos y mató a cuatro del grupo: José Martínez Muñoz, de 30 años, juez municipal suplente; José María Lejarreta García de Amézaga (31), hijo del médico y exalcalde José Lejarreta; Francisco Santamaría Garagalza (31), procurador de los tribunales, y Pedro Santamaría Garagalza (30), empleado administrativo del Ayuntamiento. Los cuatro eran solteros. No parece que entre el asesino y dos de las víctimas existiera parentesco, como podría suponerse por la coincidencia de apellidos. Resultó herido Julio César Béiztegui Tolosana (34), casado, abogado, que moriría dos semanas más tarde.
El agresor tomó la calle de San Antonio hacia el túnel que comunica con Marqués de Urquijo, para acabar refugiándose en la estación del Norte. Acorralado por la policía, lo abatió en la madrugada el disparo certero de un cabo de la Guardia Civil. Aquella tarde del 13 jugaba el Deportivo Alavés contra el equipo de Alfredo di Stéfano. Resultados similares: en Chamartín, Real Madrid, 4-Alavés, 1; en el Carabanchel, cuatro muertos y un herido. «Aunque perdió por cuatro a uno, el resultado debió ser mejor para los nuestros», señala, respecto del partido de fútbol, Pensamiento Alavés, uno de los diarios cuya crónica nos permite confeccionar este relato y describir, en parte, las fotografías que seguirán.
¿Qué pudo haber desatado al pistolero? Sólo caben conjeturas. Se habló del móvil político, posibilidad que desmintiría un amigo que se salvó de la agresión. Quizá un desaire, una palabra inconveniente, diferencias venidas de atrás. Pero por encima de todo, un carácter violento y criminal. ... [leer menos]
EL REPORTAJE
La cámara de Alberto Schommer Koch, fotógrafo alemán asentado en Vitoria, recogió la tarde del lunes 14, día de San Valentín, las honras fúnebres celebradas por los cuatro fallecidos. De un total de 61 instantáneas que componen el reportaje, guardadas en el Archivo de Álava, hemos seleccionado 13. Hay que sumar en este depósito una toma debida a Vicente López: la que lleva la signatura ATHA-DAF-VIC-PP-02-0565. ... [leer más]
Imágenes de Schommer Koch incluyó el diario donostiarra La Voz de España para ilustrar la noticia, igual que Pensamiento Alavés hizo con otras de Vicente López. Ceferino Yanguas Alfaro pulsó el obturador al servicio de El Correo Español-El Pueblo Vasco, periódico con sede en Bilbao para el que trabajaba habitualmente. El semanario El Caso, de Madrid, especializado en episodios truculentos, desplegó amplia información con sus propios reporteros gráficos. El ABC y La Vanguardia Española apenas dedicaron sendos recuadros al incidente. En el apartado Hemeroteca concretamos estas publicaciones.
Vitoria rondaba los sesenta mil habitantes mediada la década de 1950, en vísperas de un despegue industrial, demográfico y urbanístico sin precedentes. Sus vecinos mantenían los lazos afectivos de una comunidad con modos de vida tradicionales, vínculos que se estrechan cuando sobrevienen sucesos extraordinarios. De ahí el duelo popular, la masiva afluencia a los actos de despedida de los jóvenes asesinados.
Quizá aquel sentido tradicional y religioso de la vida explique la actitud de una de las víctimas cuando, desangrándose en el Carabanchel, pidió la asistencia de un cura en lugar de la ayuda de un médico. El auxilio espiritual antepuesto a la atención sanitaria. ... [leer menos]